Testimonios
La Diafreo es para mí, en primer lugar, un trabajo de conciencia corporal y emocional y, en segundo lugar, una manera de vida en cuanto a cómo reaccionar o cómo vivir diversas situaciones. Conocer, experimentar y vivir la Diafreo ha sido un verdadero descubrimiento. A todos los niveles de mi vida, la Diafreo se ha manifestado de una u otra manera.
En el plano físico, comencé poniendo mi atención en los lugares en los que había tensión, y fui poco a poco aprendiendo a soltarlos.
También comencé a ser consciente de mi postura al andar, al tocar, al tumbarme y en otros muchos momentos y me di cuenta de que había momentos en los que realmente estaba descuidando mucho mi postura.
Ha sido muy importante en este trabajo, a nivel físico, el hecho de ser capaz de localizar las tensiones, pues antes no me daba cuenta de ellas hasta que no estaba al borde de una grave lesión (o en el momento de estar ya en ella).
Ser consciente de los puntos de apoyo (al caminar, al estar sentada, al tumbarme…) me ha permitido buscar una estabilidad, favorecer el paso del aire y de la energía –cosas muy importantes tanto para la música como para el día a día.
He vivido la “parte física” de las sesiones de Diafreo a modo de búsqueda en mí y conmigo. Ni mi mente ni mi cuerpo se han “quejado” ni han desechado el trabajo una vez propuesto el ejercicio. Sólo ha habido dos partes de mi cuerpo donde he notado –no una negativa a priori para explorar esa parte sino- una total desconexión con esa parte: la primera, fueron los tobillos, ¡me sentía incapaz de realizar un movimiento concreto, de contactar con ellos, parecían piedras ajenas a mí!; la segunda fueron las crestas iliacas, donde ni sentía esa parte ni tampoco la capacidad de moverla.
No poder contactar con esas partes de manera inmediata me produjo una sensación de vacío e impotencia, pero transformando esa impotencia en búsqueda y ese vacío en amabilidad, fui explorando los perímetros de los tobillos y las crestas hasta que, poco a poco, esas partes se abrieron a mí.
Y es que al final de esa primera sesión donde trabajamos los tobillos, éstos aparecieron unidos a mis piernas y mis pies, y fue una sensación gloriosa tomar conciencia de que estaban allí y de que eran parte de mi cuerpo.
Las crestas, a pesar de todo, no tuvieron tanta suerte y no fue hasta la siguiente sesión que pude habitarlas.
La respiración Meziérès ha supuesto para mí una gran búsqueda de la apertura y de la liberación.
Dos aspectos muy importantes que he aprendido son: la necesidad de soltar la tripa para respirar y servirme de toda la caja torácica para respirar, no focalizar la respiración en la parte baja.
También ha sido interesante trabajar la expiración con aliento. Esto me ha hecho prestar más atención a la garganta, para buscar la apertura, y también en la boca y mandíbula, tratando de dejarla caer y no tensarla.
La exploración de la voz ha sido un ámbito especialmente estimulante. Al principio no era capaz de formar una /a/ redonda y sonora, pero poco a poco, a medida que la respiración se fue colocando, la garganta abriéndose y comencé a focalizar la energía en el recto abdominal, la voz fue formándose de una manera pura, profunda, redonda y limpia, dándome una estabilidad y fuerza que me hace estar tranquila y segura al sacar la voz.
Musicalmente, han sido fundamentales la respiración, la conciencia de mi cuerpo, sentir la energía y estar en contacto con mis emociones.
Pienso que desde que comencé a trabajar Diafreo, el número de lesiones –potencialmente hablando- se ha reducido bastante. No soy capaz de no tener tensión, ni de soltar todas las partes que debería, pero he conseguido disminuir la tensión de mis brazos, dedos, mandíbula, hombros… Sé que aún hay un gran trabajo por hacer, pero siento que poco a poco soy cada vez más consciente de los lugares que tenso y trabajo para soltarlos.
Trabajar el apoyo de los pies también me ha permitido una búsqueda de la estabilidad que me gustaría tener siempre a la hora de tocar (también en mi vida diaria, por supuesto) y siento que esta estabilidad es muy necesaria para poder estar a gusto tocando.
Los ejercicios que hemos hecho tumbados, buscando el apoyo de toda la columna, me han supuesto una mayor conciencia en la parte del cuello, que normalmente suelo tensar para tocar. Y aunque no he podido corregir del todo esta tensión, soy más consciente de cuándo adelanto el cuello y sus correspondientes lesiones.
Cotidianamente suelo expresarme de manera clara. Antes solía ser más reservada en cuanto a mis opiniones y sentimientos, pero ahora siento que soy capaz de hablar tranquilamente con otra persona sobre mi visión, sabiendo que no estoy imponiendo mi opinión y que la mayoría de las veces la otra persona no me está juzgando por lo que digo o hago.
Energéticamente, las sesiones de Diafreo, al momento de realizarlas, me han cansado mucho, pero siempre al final de la sesión (con la descarga o en el momento final de reflexión) he sentido cómo la energía fluía, renovada.
Nunca antes había experimentado (al menos no conscientemente) los temblores propios del movimiento o el fluir de la energía.
Es cierto que en algunos momentos la sensación incontrolable de los espasmos, la vibración de ciertas partes de mi cuerpo, me asustaban, ya que no podía controlar ni comprender del todo a qué se debían esos movimientos. Pero poco a poco he ido re-conociendo esa vibración, viviéndola como una expresión de apertura de una zona antes cerrada. Ahora puedo disfrutar de ella sin asustarme por la vibración y alegrándome porque sé que si hay vibración, hay energía, y eso es algo muy bueno.
Emocionalmente, el trabajo de Diafreo ha supuesto una revelación (grande o pequeña) en cada sesión.
Puedo decir que en cada sesión he abierto un sobre que estaba guardado dentro de mí; cerrado pero presente. Con esto quiero decir que he abierto algunas zonas de mi cuerpo que me han dado una información a la que no tenía o no quería tener acceso.
Estar en contacto con mi espacio interior me ha permitido conocerme más y aceptarme más.
Unas veces, entrando en contacto con mi espacio interno, se ha desencadenado una serie de emociones, sentimientos, recuerdos… agradables y desagradables. Más bien quisiera decir que fueron reales. Fueron experiencias que me enseñaron algo, que me recordaron algo, o que me llamaron la atención sobre algo que no estaba atendiendo.
La conciencia corporal me parece a día de hoy algo importantísimo. No sólo ser conciente de las tensiones que tenemos, sino también ser consciente de nuestros movimientos, los músculos que utilizamos más, los que no utilizamos, dónde cargamos el peso, qué posturas adoptamos a lo largo del día…
Tener conciencia de uno mismo es el ejercicio que permite corregir y transformar nuestras costumbres, ya que si no soy consciente de que hago cierta tensión en una parte del cuerpo, nunca seré capaz de contactar con dicha parte para soltarla.
Todos estos aspectos trabajados en Diafreo han tenido una influencia en mi vida diaria y también en la musical.
Empezando por la vida diaria, destacaré la importancia de la respiración en tanto a saber cuándo estoy o no respirando y poder acudir a la respiración Meziérès siempre que me es preciso.
En el día a día, la Diafreo ha influido cómo me enfrento a diferentes situaciones (ya sean de estrés, de euforia, de desazón…), cómo las vivo, cómo las acepto y qué conclusiones saco del cuerpo, la mente y mi estado interno.
La Diafreo me ha hecho ver lo importante que es cuidarse en todos los niveles, buscar un equilibrio, estar en el eje y tratar de vivir las situaciones desde ese estadio.
Musicalmente, siento que el conectar más con mi cuerpo me ha permitido conectar al tiempo con mis emociones. Las descargas han sido una fuente de canalización de mis emociones y me han servido mucho para explorar cómo me expreso.
Cuando toco, trato de ser coherente con lo que estoy tocando, mi postura, mi sentimiento, mi estado… intentado así estar temperada en el mismo afecto que la música que estoy interpretando.
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Como conclusión final de este año de Diafreo (que empezó un poco antes, en las sesiones individuales), me viene a la cabeza una frase del poeta Fernando Pessoa que decía…
Primero se extraña, luego se entraña
Para mí la Diafreo fue al comienzo una manera de trabajar interesante, pero no comprendí su totalidad (pensaba que eran meros ejercicios para soltar la musculatura). Después de este tiempo, la semilla se ha entrañado, es decir: trabajar la Diafreo me ha llevado a estar de otra manera, y a buscar, primordialmente, el equilibrio y el bienestar.