En Diafreo llamamos “dolor oculto” al dolor a partir del cual se inicia un encadenamiento de tensiones, contracciones y compensaciones para dejar de sentir un dolor. Este malestar aparentemente desaparece. Sin embargo permanece activo; solamente ha sido silenciado por la postura compensatoria del cuerpo.
Un sistema de protección frente al dolor.
Ante la aparición de un dolor, el cuerpo tiene un primer sistema de supervivencia que es la contracción y la tensión.
Con ello logra comprimir las terminaciones nerviosas, disminuyendo así el flujo de la información dolorosa.
Si esta orden de contracción queda grabada con la suficiente intensidad, o, perdura a través del tiempo, acaba siendo crónica e inconsciente. A la primera pequeña asimetría que provoca, le van siguiendo otras para adaptarse, las unas para compensar a las otras, que, encadenándose como una progresión geométrica, acaban creando un desequilibrio en el cuerpo.
El cuerpo va adaptándose, porque soltar estas tensiones significa dejar aparecer la primera información dolorosa. El sistema de alarma funciona perfectamente, y la orden que ejecutaría los movimientos que desharían esta estructura queda inhibida y sustituida por movimientos compensatorios.
Cuando esta cadena se satura aparece un síntoma en alguna parte del cuerpo, casi siempre lejos del viejo dolor inicial olvidado.
Por ejemplo.
Para silenciar el dolor de un esguince mal curado en el tobillo, se cambiará un poco la postura del pie, la rodilla se adaptará a este cambio modificando su postura; más adelante, la cadera se adaptará al cambio de postura de la rodilla, seguirá luego la adaptación de la columna… Cuando quizás con el tiempo, esta espiral de tensión llegue hasta las cervicales provocando dolor, el esguince se habrá olvidado. Pero, será el “dolor oculto” que reaparecerá para ser solucionado a medida que el cuerpo vaya reencontrando su equilibrio.
20 años después.
Así fue como a Juana, que había venido a verme por una escoliosis y tensión generalizada, sintió repentinamente un dolor lancinante en las costillas el día en que, en una sesión, luchando contra las tensiones que la mantenían fuera de su eje, logró enderezar su columna.
Alarmada corrió al radiólogo. No tenía nada roto. Lo que apareció en el lugar del dolor fueron los restos de una fractura antigua mal cicatrizada.
Habían pasado ¡20 años! desde que sufrió un grave accidente de coche. Cuidando a los accidentados, más gravemente heridos, se había olvidado de ella.
Su cuerpo se había inclinado y encorvado para protegerse del dolor de la fractura de las costillas. Y también por el dolor de no poderse cuidar ni ser cuidada.
Actúa la cadena muscular.
Este encadenamiento compensatorio de tensiones sigue siempre, aunque con diferentes variantes, las cadenas musculares que fueron descritas en su día por Françoise Mézières.
Llamó “dolor oculto” a este dolor olvidado que reaparece para ser solucionado al acercar de nuevo al cuerpo al eje.
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